Indignaciones de sofá

Sinceramente… Podremos estar todo lo acostumbrados que queramos a las malas noticias, seremos ya totalmente inmunes al mal ajeno, cualquier cosa la enfocamos  como cuando estamos viendo una película: nos conmueve y la sufrimos desde el principio hasta el final, hacemos nuestra la historia; pero al llegar los créditos, ahí quedó la cosa. Pero yo os digo, que siempre habrá extraños momentos de lucidez en los que la burbuja suele desaparecer, y sigo sin entender muchas cosas; no ya por la pura razón lógica, sino desde el punto de vista de la tolerancia. Del conformismo, o de la tranquilidad del espíritu. Reconozco que será peor para mí, pues seguiré siendo una mera espectadora que poco pueda cambiar, y por ello más sufriré, pero mi conciencia me negará la indiferencia con respecto al hecho de que me parece inadmisible que  alguien pueda estar disfrutando de todo lo que le sobre, de todo lo que posee y no necesita, que posee sólo por el mero hecho de hacerlo,  cosas vacías que al final se acabarán convirtiendo en polvo como el poseedor… mientras cualquier otra persona le quite el sueño que al día siguiente no pueda pagar la hipoteca, que no pueda llenar el frigorífico. Que no pueda cumplir su sueño de estudiar lo que realmente le apasiona porque no puede hacer frente al gasto que conlleva, que alguien vaya a ser echado de su casa, que un espíritu inquieto vea que sus aspiraciones se van apagando porque para todo hace falta pagar, pero ni siquiera hay trabajo para los padres de familia. Que a mí me quite el sueño, que no me importa; pero si de verdad existe algún tipo de justicia que no sea la humana, porque está visto que la nuestra sólo nos lleva a perpetuar la desigualdad que se ha asentado y a hacernos los sordos, que se lo quite a todos aquellos que poseen lo que no se han ganado, a los que engañan, a los que roban por pura avaricia… que de verdad algún día sientan esa desazón que a mí me ahoga por no poder hacer nada. Que otro aún pueda disfrutar de las cosas banales de nuestra sociedad mientras estamos sumergidos hasta el cuello en esta mierda de desesperanza, de paro, de recortes, de desigualdad abismal, me parece simple y llanamente repugnante… Que aumente el mercado de lujo y el número de multimillonarios cuando los demás estamos temiendo que un día de estos nos cobren por respirar, ¿no parece de verdad suficiente causa para echarse a la calle y desear que todo el sistema se derrumbe? ¿Qué todos caigan hasta llegar a nuestra altura, que todos los que han sido hundidos por los de arriba resurjan y puedan tener una segunda oportunidad en un mundo más igualitario y justo? Pero no, los ricos seguirán robando, los pobres seguiremos soltando del bolsillo para ‘echarle una mano al país y arrimar el hombro’, los jóvenes nos rendiremos y dejaremos de soñar, los viejos le tendrán pánico a serlo, a los ‘estorbos’ no se les tenderá ninguna mano y los que tengan todos los recursos se frotarán las manos por mucho tiempo más. Pero saldremos, saldremos…

¿A qué precio? Al de la ilusión, al del bienestar, al de la seguridad. A lo único que hace llevadera la existencia. ¡Suerte! Vamos a necesitarla.

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