Otra vez será, Blancanieves.
Algo está cambiando, dicen.
No hay nadie que a estas horas no haya escuchado sobre las
declaraciones de un eufórico Emilio Botín, afirmando sin titubear ni un poquito
que a España está llegando dinero de todas partes, que todo el mundo está
pensando invertir en España. Que nos podríamos limpiar el culo con billetes, le
faltó añadir.
Cómo ignorar asimismo a nuestro señor ministro de Hacienda,
señor Montoro, que inflando pecho cual palomo orgulloso asegura, con semblante
imperturbable, que no sólo es que se vea una lucecita al final del túnel de
nuestra desgracia, sino que ya estamos saludando la salida del mismo. Añado además
su perla estrella: “Los salarios en España no sólo no están bajando, señoría,
sino que están subiendo moderadamente”. No soy capaz aún de discernir a qué
salarios se referirá este hombre, o quizá yo esté más miope de lo habitual; de
todas maneras, si alguien es capaz de afirmar semejante hecho aun después de
mirar mínimamente a su alrededor de forma global, significará que o que puede
acceder a un nivel de conocimiento de la realidad que a los demás mediocres de
abajo nos está vedado, o que sencillamente el hombre es un cachondo. Oye, que
bien nos hace falta el humor en los tiempos que corren.
¡Y el señor presidente Rajoy! También se suma al carro del
optimismo, no faltaba más. Porque ante los japoneses hay que presumir de que
los costes salariales han bajado (¿pero no decía el señor Montoro que estaban
subiendo los salarios?), y ante los líderes iberoamericanos, que España está
saliendo de la crisis con una economía saneada y reforzada. Así, sin más, toma.
Que estamos saliendo de la crisis, señores.
Y claro, una a veces se pregunta si este escepticismo
redomado que me obliga a no creerme ya casi ninguna de las buenas noticias
sobre economía que pueden oírse no me estará cegando hasta el punto de ya por
rutina negarme a ver ninguno de los brotes verdes que esta gente tan
insistentemente defiende; si me habrá embargado la desesperanza sin remedio. Porque
piensa una servidora, si esta gente en cuyas manos hemos dejado el timón del
país afirma una y otra vez que estamos saliendo del agujero, será por algo. Porque
ellos están viviendo la misma crisis que todos los demás. O se supone.
No estoy aquí hoy para discutir esos datos. No tengo en mi
poder la base y el conocimiento suficiente que me permita apoyar o contradecir
esas afirmaciones; que esté entrando dinero a espuertas, que la economía se
esté saneando, que estemos remontando esta situación de tragedia social. No lo
sé, aunque me gustaría saberlo, ojalá pudiese decirlo, pero por ahora sólo
puedo mirar alrededor y, con mucho pesar, afirmar que todo lo veo… igual. Igual
de mal.
Pero como no lo sé, digo lo que vengo a decir. Que me daría pena que de verdad estuviésemos saliendo
de la crisis.
Y me voy a explicar.
La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a
personas y países porque la crisis trae progresos. Eso dijo Einstein. Que la
creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche.
Y yo os pregunto.
¿Hemos mejorado?
No quiero que la crisis haya acabado porque no quiero que
nuestro momento haya pasado con ella, haya muerto con ella. Nos hemos
enfrentado a una ruptura brutal, a una demolición de nuestra forma de vida
habitual, de nuestra estabilidad. Todo se ha venido abajo. Y ahí teníamos una
oportunidad.
De sacar del desconsuelo la fuerza, de tornar la indefensión
y el no comprender en ganas de comprender, en nuevo conocimiento. Ahora que
echo la vista atrás y pienso en todo lo que llevamos a nuestras espaldas,
recuerdo el 15M, reflexiono sobre la PAH, sobre todas esas pequeñas o no tan
pequeñas iniciativas que luchaban porque se nos diera un lugar en esta
coyuntura de pesadilla; una vía para expresar nuestra opinión y disconformidad
sobre las soluciones que nos han dado, sobre los culpables que han señalado,
sobre alternativas que no echaran la carga sólo a los hombros del de abajo. Pienso
en todo eso y me entra una prisa terrible.
¿Dónde hemos estado estos años? ¿Hemos reflexionado,
opinado, expresado lo que sentimos, salido a la calle a pelear por lo que nos
están quitando? Muy poco. Quizá porque poco a poco hemos conseguido que todas
aquellas personas que alzan la voz en un momento de dificultad parezcan unos idealistas,
unos perroflautas, unos rojos anarquistas o unos a los que sólo les gusta montar jaleo. O
lo que es aún peor, personas que hacen algo que no sirve para nada.
Y quizá sí servía. Lo que sí es seguro es que lo que no
sirve de nada es no hacer nada.
Veo a mi sufrido país como a la hermosa princesa dormida que
espera a su príncipe. Imagino el beso salvador como la chispa que nos habría
hecho saltar y decir que hasta aquí hemos llegado. Pero hoy, a 23 de octubre de
2013, cuando muchos por ahí se ufanan en afirmar que todo está acabando,
Blancanieves tiene los labios desgastados de los besos, pero no ha despertado. Ha
aguantado el cinturón apretado, los despidos, la quiebra de sus empresas, los
recortes en sanidad, que su hijo no pueda pagarse la universidad, el trabajo
cada vez más precario, sin casi levantarse del sofá ni cuestionarse el porqué
de ese ensañamiento. Y por eso son aún más de admirar aquellos que sí lo han
intentado, pero cuando la lucha es entre el poder del dinero y el poder del
pueblo, la unidad es imprescindible. La masa lo es.
Lo siento, princesa. Es posible que aún nos quede tiempo para hacerte abrir los ojos, no hay que perder la esperanza. Pero por si acaso… Sólo nos queda desearnos que por lo menos, mientras tanto, nos traguemos los dulces sueños que nos venden.
Absolutamente genial, Miriam. Expresas lo que todos tenemos en mente y que no sabemos o no queremos decir. No sé si es mejor despertar a Blancanieves o dejarla soñando sus dulces sueños, porque por ahora no hay príncipe, ni azul, ni rojo, ni verde, ni nada... Vosotros, nuestra juventud, tiene ahora mismo un grave problema, que a mí personalmente me avergüenza por ser lo que os hemos dejado. Permitimos que nos metieran en el Euro prometiéndonos el oro y el moro, sin pararnos a pensar lo que aquello nos traería, sin detenernos a analizar que aquello era una trampa, sin darnos cuenta de que cuando la gallina de los huevos de oro la cascara nos dejarían tirados en la cuneta, a ser posible con un tiro en la frente. Cada día nos bombardean haciéndonos saber que hemos vivido los años felices, y cada día nos despertamos con la sensación de que hemos despilfarrado y tirado todo por la borda, para dejaros con menos que con lo que nos encontramos, con sentimiento de culpabilidad, de complicidad con nuestros engañadores... Os hemos dejado una mierda, un marrón. Hemos sido cobardes, no hemos gritado por vosotros, no hemos salido a la calle a mostrar indignación, y encima les hemos votado para que nos saquen de la situación... a costa de vosotros, los jóvenes, los que necesitáis estudiar, crear familias, trabajar cada día, vivir dignamente, viajar, leer, ir al cine, bailar,... Se nos ha escapado de las manos, nos han engañado y no hemos sabido responder. Te pido perdón.
ResponderEliminar